Salí de Madrid al atardecer del lunes. Esa mañana había visitado el Palacio de Liria, situado en la Calle de la Princesa. Construido en el siglo XVIII, Liria es la residencia oficial de la imprescindible Casa de Alba desde principios del XIX, sede de su invaluable colección de arte y de su valioso archivo histórico. Este exquisito Palacio es considerado el domicilio particular más grande de la capital del Reino y cuenta con 200 estancias en 3500 m²; desde la época de su construcción es considerada la mejor mansión de la aristocracia madrileña, solo superada por el Palacio Real.
Había comprado mi entrada por la web con anterioridad y para hacer el recorrido me correspondió el segundo grupo de la mañana. La guía no pudo ser mejor porque la delgada, elegante y delicada dama respondía al nombre de Alba Márquez. Con un discreto andar y suministrando información pertinente en cada sala, nos enseñó los tesoros artísticos, históricos y bibliográficos que hacen parte del Patrimonio de esta gran Familia a la que me unen afectos entrañables, históricos y hasta genéticos.
La Casa de Alba es originaria de la Corona de Castilla, que se remonta al siglo XIV. Su nombre proviene del ducado de Alba de Tormes, título de nobleza con Grandeza de España otorgado a los Álvarez de Toledo. Esta Casa es la principal estirpe de la nobleza del Reino y es una de las familias más antiguas de la aristocracia española. El II Duque de Alba de Tormes, Fadrique Álvarez de Toledo y Enríquez (1460-1531) y el III, Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel (1507-1582), el Grande, fueron los que tuvieron mayor notoriedad histórica. Por falta de descendencia de la XIII Duquesa, doña Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo, el título dejó de corresponder a los Álvarez de Toledo y pasó a una rama de la Casa de Fitz-James Stuart, duques de Berwick. Su fortuna y gran papel histórico hacen a la Casa de Alba propietaria de una de las mejores colecciones privadas de arte de la península, conservada en más de veinte palacios y castillos repartidos por toda la geografía española, algunos de los cuales están cedidos a instituciones públicas para su mejor conservación y uso. A lo largo de la historia, su posición prevalente le ha permitido relacionarse con lo más granado de las artes y las letras del mundo. Su actual titular es Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo, el XIX Duque de Alba.
Aquel lunes de esplendor almorcé en La Pecera del Círculo de Bellas Artes, por recomendación de mi querida amiga Gloria Yepes. Tuve la fortuna de sentarme en una mesa al aire libre con la icónica vista hacia La Gran Vía. En el andén, el restaurante había dispuesto un ventilador que rociaba gotas de agua a los caminantes y pude deleitarme observando las maravillosas reacciones de los transeúntes al entrar en contacto con la refrescante caricia del líquido. Tomé un gin fizz para hidratarme y ordené lentejas estofadas, solomillo Wellington y copa de vino tinto. La experiencia no podía ser más madrileña al momento de dejar nuestra capital, pero aún me hacía falta algo para completar esta segunda visita.
Después del postre tardé un rato más sentado, leyendo el libro recién adquirido sobre el Palacio de Liria. Me levanté de la mesa sobre las cinco de la tarde y me eché a andar por la Calle de Alcalá, le tomé una foto a mi sombra con sombrero en el andén, al Instituto Cervantes, a la Fuente de La Cibeles, a la Puerta de Alcalá y me introduje en el emblemático Parque del Buen Retiro. Más conocido como El Retiro, es un jardín histórico y parque público considerado como una de las principales atracciones de la ciudad, porque alberga numerosos conjuntos arquitectónicos, escultóricos y paisajísticos de los siglos XVII a XXI, entre los que destacan el Monumento a Alfonso XII, el Palacio de Cristal, el Estanque Grande, el Parterre, la Puerta de Felipe IV, el Real Observatorio Astronómico y la fuente de la Alcachofa; e incluso anteriores, como la ermita de San Pelayo y San Isidoro, de origen románico. Fue construido en la primera mitad del siglo XVII dentro del proyecto paisajístico desarrollado para el Palacio del Buen Retiro, una antigua posesión real creada por el Conde-duque de Olivares (1587-1645) para disfrute del rey Felipe IV (1605-1665), de quien era su valido. Su uso como parque urbano se remonta a 1767, año en el que Su Majestad Carlos III (1716-1788) permitió la entrada del público a efectos recreativos y, ya definitivamente, a partir de 1868, cuando quedó bajo la titularidad del Ayuntamiento de Madrid.
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En esta oportunidad usé El Retiro para hacer una deliciosa siesta en uno de sus jardines y rodeado de musas tomando el Sol. Aproveché para escuchar a Jorge Drexler, cantautor montevideano y cronista madrileño de las últimas décadas, que nos enseñó que las musas huyen si las asedias. Bien sabe él que nuestra tarea como poetas solo consiste en estar atentos para responder a su llamado.
Salí del Parque a las siete de la tarde, me fui caminando al hotel donde ya había hecho el chequeo de salida y me habían guardado amablemente el equipaje. Pasé por la Iglesia de la Santa Cruz para agradecer por la hermosa estancia. Poco antes de las 9, justo cuando comenzaba el poniente, me embarqué en un tren rumbo a Ávila.