El sábado 30 de abril, en el marco de la celebración del Día del Niño, se llevó a cabo la XVI Marcha Nacional por la Vida para declarar con voz fuerte y contundente que Colombia es un país provida, que en Colombia toda vida vale y que aquel que está por nacer también merece protección.
Necesitamos entender que la vida es sagrada y, como tal, no podemos creer que tenemos derecho a disponer de ella a nuestro amaño: Dios la da y Dios la quita, nadie más puede hacerlo.
Lo anterior tal vez nos suena lógico cuando de personas nacidas se trata, pero frente al que está por nacer empezamos a considerar una serie de “razones” que nos hacen perder de vista que aquel que no tiene voz, sí tiene derechos, que es un sujeto independiente de la madre que lo lleva en el vientre y que hace parte del plan de Dios porque su existencia no es casualidad ni se escapó de la voluntad del único capaz de dar vida. Bien dice el salmista:
“Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre”. Salmo 139:13
Nuestros gobernantes, jueces y legisladores han querido cerrar los ojos y darle vía libre al asesinato de vidas inocentes al permitir el aborto justificado en miles de argumentos que, al final, se quedan cortos frente al daño que hacen, no solo al bebé que muere sino a la madre que queda herida para siempre y, aunque a veces no se piense, también al padre que, por acción u omisión, hizo parte de aquella decisión. ¡El aborto no es asunto sólo de mujeres!
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Como sociedad necesitamos entender que nuestro silencio e indiferencia también mata y que todos somos responsables de la sangre inocente que día a día se está derramando por querer darle más importancia a cosas que valen mucho menos que la vida: comodidad, prestigio, dinero, estudio, imagen, etc. No podemos seguir creyendo que la consecuencia lógica de una vida sexual activa se tapa con el silencio ante la práctica de un aborto. Por si acaso, recordemos que ¡las relaciones sexuales embarazan!
La experiencia dolorosa de quienes han participado de un aborto tiene que ser el testimonio que invite a otros a no hacerlo. Esas vidas devastadas a pesar de que “nadie” se dio cuenta de lo ocurrido tienen que alzar la voz para advertir a quienes aún están a tiempo de evitarlo. El aborto es un engaño: ¡No solucionas el problema! Es mejor cargar un bebé en tus brazos que la culpa a tus espaldas.
Defendamos la vida desde la concepción, alcemos la voz por los que no tienen voz, apoyemos a aquellas madres que se encuentran en crisis por estar frente a un embarazo indeseado, ayudémosles a descubrir la dicha inesperada que aquel hijo puede traer a sus vidas.
Estoy convencida de que la maternidad es un privilegio y que los hijos siempre son un regalo de Dios. El salmista también expresa:
“He aquí, herencia de Jehová son los hijos: Cosa de estima el fruto del vientre”. Salmo 127:3
No menospreciemos el regalo que Dios nos da. No importan las circunstancias. El mismo Dios que sabe hacer un bebé, sabe proveer para sostenerlo. Salvemos las dos vidas. Yo me atrevo.