Mi primera noche en Córdoba comenzó antes de las 11. Tras una ducha reparadora y un cambio de vestuario, mis zapatos besaron la calle adoquinada. Llegué a la Plaza del Potro y caminé alrededor de su Fuente. Me llamó la atención que el Potro sujeta con sus manos el escudo de la ciudad. Esta fuente de estilo renacentista data del año 1577, y el animal con el que está rematada da su nombre a la plaza. En el Siglo de Oro era lugar de encuentro de los pícaros y maleantes de la ciudad.
Se encuentran en esta plaza dos importantes Museos: el de Bellas Artes y el del pintor Julio Romero de Torres. Además, la famosa Posada del Potro, citada en “El Quijote” por Don Miguel de Cervantes, de abolengo cordobés; y en “La feria de los discretos” por Pío Baroja. Desde 2013 es la sede del Centro Flamenco Fosforito. En el extremo de la Plaza se encuentra un Triunfo de San Rafael, obra del escultor marsellés Miguel Verdiguier erigida en 1768.
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Con deseo de probar la cocina local me senté en una mesa del restaurante La Siesta, en la Calle del pintor Enrique Romero Torres. Ordené una cerveza al mesero hispanoamericano, quien además me trajo de cortesía unos altramuces que, desconocidos para mí, confundí con “altramusas” y me alegré. Pedí lomo de bacalao frito a la cordobesa y comprendí que allí todo rimaba.
Luego de la apacible cena quise algo más de acción y dirigí mis pasos a la Plaza de La Corredera. La ruta que tomé me llevó por callejuelas muy estrechas y pude imaginar mil y una historias de amor y aventuras entre ventanas, balcones y esquinas. Las calles de San Francisco, Armas y Sánchez Peña me obsequiaron imágenes de damas paseando con sus perros, casi a la medianoche.
Al llegar a la Plaza ya los locales estaban cerrando y no pude tomarme nada. Sin embargo, pude apreciar la belleza del lugar. La Corredera es un emblema de la ciudad: es la única plaza mayor cuadrangular de Andalucía y se encuentra en el barrio histórico de la Axerquía. “A pesar de que las primeras evidencias de una plaza irregular son del siglo XIV, la plaza actual fue construida en 1683 por el arquitecto Antonio Ramós Valdés por mandato del corregidor Francisco Ronquillo Briceño. Su nombre proviene de las corridas de toros que se celebraban en este espacio, aunque también se celebraron autos de fe y ejecuciones de la Inquisición. En 1981 fue declarada Monumento Histórico-Artístico, hecho que propició unas obras de restauración que comenzaron en 1986 y concluyeron en 2001”. (Wikipedia). Con el deseo intacto de tomarme algo caminé hasta el Paseo de la Ribera, a orillas del río, para tomarme una copa de vino blanco, español por supuesto. Allí estuve hasta casi la una de la madrugada.
Desperté pasadas las ocho y media de la mañana y tomé algunas fotos para conservar la luz de Córdoba. Desayuné a las 11.00 y a las 11.45 me dirigí hacia el tiempo detenido en la Mezquita Catedral. Cada paso que daba me acercaba más y más al encuentro con este monumento que guarda tanta historia, secretos y milagros. Hice una transmisión en vivo desde mi Facebook para que quedase el registro de la emocionante caminata. Al verla por primera vez, mi alma abrió las alas y mis manos quisieron tocar sus muros, para comprobar la realeza de la piedra.
Una vez en la Plaza del Triunfo de San Rafael, sentí la necesidad de rendir tributo al Arcángel protector de la ciudad y a su río tutelar, el eterno Guadalquivir. Tantas veces nombrado, tantas veces cantado, tantas veces navegado. Caminar por el puente romano de Córdoba es comprobar que las musas existen y visten ligeros vestidos para consentir el aire de esta ciudad hecha por los romanos, embellecida por los musulmanes y conservada por nosotros, los cristianos.
El Guadalquivir tiene el color de la aceituna y vista desde el puente la Mezquita Catedral parece un postre para el Espíritu. Terminé la transmisión en vivo, pero quise grabar con mi móvil la llegada al dos veces sacro lugar. En el video se puede ver lo feliz que estaba de saberme a punto de ingresar a tan importante recinto que, dicho sea de paso, ocupa toda una manzana. Antes de entrar al complejo arquitectónico, una gitana me regaló un ramito de laurel y quiso leerme la mano, pero le agradecí con cariño porque no tenía dinero en efectivo y no iba a poder pagarle su antiguo servicio. Recibió unos cigarrillos a cambio de su gesto y me pidió que orara por su salud, conservando el ramito durante tres días. Fue un momento sagrado para mi sangre. Con mucha gratitud y consciente de la bendición, lo puse en mi sombrero. Por la Puerta de los Deanes ingresé al Patio de los Naranjos, donde reside la Poesía, como quien entra a un lugar muchas veces visitado. Lo primero que vi fue a una joven familia musulmana haciéndose una foto en la fachada.
La Mezquita-Catedral “Santa María Madre de Dios” o “Gran mezquita de Córdoba” es conocida de manera eclesiástica como la Catedral de la Asunción de Nuestra Señora y superó los dos millones de visitantes en 2019, siendo su récord histórico y convirtiéndolo en uno de los monumentos más visitados del Reino. Se empezó a construir como mezquita en el año 784 y fue objeto de ampliaciones durante las épocas del Emirato y del Califato. Con 23.400 metros cuadrados fue la segunda mezquita más grande del mundo en superficie, solo superada por la Mezquita de La Meca, y después por la Mezquita Azul de Estambul (1588). En 1238, tras la Reconquista cristiana de la ciudad, se llevó a cabo su consagración como Catedral de la Diócesis con la Ordenación episcopal de su primer obispo, Lope de Fitero. El edificio alberga el cabildo catedralicio de la Diócesis de Córdoba, y por su carácter de templo católico y sede episcopal, está reservado al culto católico. Constituye el monumento más importante de la ciudad y de toda la arquitectura andalusí, junto con la Alhambra, así como el más emblemático del arte omeya hispanomusulmán.
Fue declarada Bien de interés cultural y Patrimonio Cultural de la Humanidad como parte del centro histórico de Córdoba; además, se incluyó por el público entre los 12 Tesoros de España en 2007 y fue premiada como el mejor sitio de interés turístico de Europa y sexto del mundo según un concurso de TripAdvisor.
Visitar este monumento al Espíritu es encontrar los múltiples nombres de Dios en cada muro, en cada altar, en cada piedra, en cada lienzo, en cada columna, en cada arco, en cada capilla, en cada vieira, en cada hendija, en cada flor, en cada santo, en cada losa, en cada lámpara, en cada ventana, en cada cimborrio, en cada minarete, en cada custodia, en cada puerta, en cada ángel, en cada hombre, en cada banca, en cada musa, en cada lanza, en cada Corona, en cada cetro, en cada pedestal, en cada ave, en cada tejado, en cada limonar, en cada cante, en cada mural, en cada reja, en cada coro, en cada águila, en cada crucifijo, en cada cúpula, en cada rayo de Luz.
Salí a las 2 de la tarde y seguía tomando fotos de los muros. Buscando qué comer encontré Poemas en Flor y la musa se me reveló tomándose una foto frente al río. Hacía un intenso calor, pero no me importó y decidí cruzar el puente para almorzar el plato del día en un restaurante local. A las 3.30 estaba de vuelta para tomarle fotos al Triunfo de San Rafael del Puente Romano, el más antiguo de los muchos triunfos existentes en la ciudad dedicados al Arcángel, custodio de Córdoba. La obra es de Bernabé Gómez del Río y en 1651 fue incorporado al Puente Romano en su pretil, para bendecir a todos aquellos visitantes que salían y entraban por la Puerta del Puente. “Es objeto de especial devoción por parte de los vecinos del barrio del Campo de la Verdad, al cual mantienen viva su llama, mediante ofrendas en forma de velas” (Wikipedia). Yo también rendí tributo a San Rafael, por habernos mantenido a salvo durante la pandemia.
Aquella tarde de sol anduve por el Paseo de la Ribera cantando “Bocanada” de Gustavo Cerati. Como si no hubiese nada más importante en el mundo que ser libre y feliz. Aquí y ahora. Al volver a mi hotel para tomar la siesta, una pareja en la habitación de al lado disfrutaba la estación de la mejor manera posible. Los gemidos de ella fueron la mejor canción de aquel verano. Al anochecer tomé un recorrido gratuito por la ciudad en el que aproveché para experimentar Córdoba desde los ojos, los oídos y la piel. Con las últimas luces del día rendí otra vez tributo a Séneca en su monumento junto a la Puerta de Almodóvar. La escultura de bronce es obra de Amadeo Ruiz Olmos y data de 1965. Según la Guía digital del Patrimonio Cultural de Andalucía: “Séneca aparece de cuerpo entero, al modo de los retratos romanos que inmortalizan su figura, ataviado como ciudadano romano, vistiendo así túnica y manto de grandes plegados. Con un serio rictus mira al frente, dirige su mano derecha al pecho, mientras que en la izquierda porta un pergamino”.
Mi segunda noche en Córdoba acabó en el hotel, poco antes de la madrugada.